(Inspirado en la calle del Sol de
Santander)
Mientes, maldito cartel. Te atreves a
hacerlo además a la vista de todos, enfrente de ese imponente edificio blanco
vestido de una mezcla gótica y neoclásica. No sé si lo haces para humillarme o
para tratar de restañar una herida en la que los segundos se convierten en
salados alfileres. Mientes, maldito seas, porque sabes perfectamente que desde
que ella me dijo que se marchaba, justo debajo de tu férrea presencia, no ha
existido ningún sol.