domingo, 22 de junio de 2014

Ruinas

El tiempo no tiene mala intención, pero su propia inmensidad conlleva una involuntaria torpeza que lastra, zancadillea, empuja y escupe, dejando a su paso un rastro permanente de ruinas. Postrarnos de rodillas sobre ellas y tratar de rescatarlas con nuestras propias manos no sirve sino para acrecentar las magulladuras que pretenden refrescarse vanamente con el agua salada de la rabia. Saber darles la espalda, abandonarlas en el punto preciso, observarlas con frialdad e imaginar lo que brotará una vez desechados los escombros es un reto constante del que no debemos renegar jamás. Quien duerme sobre las ruinas acaba formando parte de ellas. Quien sueña alrededor de ellas se acaba sobreponiendo.

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