Un reguero de kilómetros se iba
derramando tras ellos, trazando las líneas de un pentagrama perpendicular,
oblicuo, tensado e intermitente, aunque altamente preciso. La intersección de
dos mundos tan reales como ficticios conformaba una informe marejada eólica en
la que eclosionaban pensamientos y recuerdos. Mientras tanto, sin apenas darse
cuenta, estaban tejiendo los irrompibles eslabones de sus vidas.
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