lunes, 16 de diciembre de 2013

Carrusel

Hace ya mucho tiempo que renunció a mirar el calendario. Los enfermos no tienen domingos, como no tienen lunes ni viernes. La ventana se empeña en hacer pasar los días con su carrusel de claroscuros, pero a él ya poco le importa. Ni siquiera lo oculta cuando una o dos veces al mes recibe la visita de ese grupo, mezcla de personas cercanas y ajenas, más preocupadas por su testamento que por su estado. Cuando se marchan, no consigue evitar maldecir el escaso entendimiento que demuestran, puesto que mientras esperan su muerte para iniciar la rapiña están desperdiciando el verdadero legado: todos esos días a los que ha renunciado para dárselos a ellos.

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