Desde aquí abajo se os ve tan tristes
que dan ganas de levantarse a secar vuestras lágrimas. De hecho, no me
importaría hacerlo si no fuera porque reniego de los esfuerzos baldíos. Lo que
vosotros buscáis no es consuelo, es fe en vuestro arrepentimiento. Yo la tengo,
creedme, porque el mío es tan sincero como los vuestros. A mí también se me
reflejan en el mármol las oportunidades perdidas para haber abortado las causas
de ese arrepentimiento, y si no lloro como vosotros es porque la sabia muerte
confisca nuestros ojos para que ese reflejo no nos escueza eternamente.
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