lunes, 23 de septiembre de 2013

Plomo

Estaba perfectamente seguro de que había llegado el otoño porque el estómago le comenzaba a saber a plomo. Nunca lo había probado, claro, pero solo con verlo era capaz de detectar su gusto en esas paredes estomacales que se descerrajaban poco a poco, disfrutando de la molesta lumbre que provocaban. Vio al sol hincar la cabeza a través de la ventana y asumió que había llegado el momento de estar más tiempo en ese lado, tan dentro de su casa como fuera de toda conexión con las ilusiones que las dos estaciones anteriores habían ido difuminando ante sus ojos. Unos lo denominaban hastío. Para otros era simple melancolía. Él prefirió seguir llamándolo certeza.

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