No le hizo falta seguir escuchando más. Después
de pasar tanto tiempo cobijada bajo la ignorante comodidad que aporta el candor
infantil supo que había llegado ese momento tan ansiado por unos como temido
por otros. No iba a ser un drástico instante, sino que aún quedaría un rato de
esfuerzo hasta adaptarse a esa situación tan nueva y desconocida. Se negó a
resistirse, consciente de que había sido ella misma la que se había llevado hasta
allí, y puede que ese arrebato de orgullo fuera la primera de las señales de la
transformación de su complacencia en voluntad. Por fin estaba convencida de
empezar a tratarse como lo que realmente era, y dedicaría a esa tarea todo el
tiempo que fuera necesario. No sería demasiado. Había llegado la hora de los
gigantes. (Continuará.)
No hay comentarios:
Publicar un comentario